Caballeros del Pilar

MEDITACIÓN MAYO 2024

05/06/2024

Queridas Damas y Caballeros:  En el mes de mayo de 2024, en el Año de la oración, nos unimos a la oración de Jesús, contemplando las estaciones del Via Crucis del Papa Francisco.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Bendita y alabada sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza, por siempre sea bendita y alabada. Gracias, Señora del Pilar, por haber venido a Zaragoza, y dejarnos TU PILAR, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. Señora del Pilar, te pedimos por la santidad del Papa Francisco, por nuestro Arzobispo Carlos, por la santidad de la Iglesia, y de la Diócesis de Zaragoza. Madre, te rogamos que Damas y Caballeros seamos fieles a nuestra vela mensual. Ayúdanos a defender la vida desde el primer momento de su concepción. Señora del Pilar, Reina de la Paz, que reine la paz en el mundo; danos trabajo digno para todos, y abundancia de vocaciones sacerdotales, religiosas, y de entrega a Dios en medio del mundo.

En esta vela, contempla a Jesús clavado en la Cruz. Se entrega totalmente por ti, por todas las personas. Dile: Te consagro y ofrezco esta vela. Quiero pasar esta vela, con la Virgen, junto a Ti, que rezaste desde el Getsemaní hasta el Calvario.

Jesús, tú preparabas con la oración cada una de tus jornadas, y, en Getsemaní, preparaste la Pascua. Orabas diciendo Abba –Padre– todo te es posible. La oración es ante todo diálogo e intimidad; es también lucha y petición: “Si es posible, aparta de mí este cáliz”.   Es también entrega confiada y don: “Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Jesús, orando, entraste por la puerta estrecha de nuestro dolor y la atravesaste hasta el final. Tuviste «temor y angustia» (Mc 14,33): temor frente a la muerte, angustia bajo el peso de nuestros pecados, que cargaste sobre ti, mientras te invadía una amargura infinita. Jesús, en lo más duro de la lucha, como dice San Lucas 22, 44, oraste «más intensamente». Transformaste tu dolor en ofrenda de amor.

Nos pides que nos quedemos contigo velando y orando. No nos pides algo imposible, sino que permanezcamos cerca de ti. Sin embargo, Jesús. ¡cuántas veces me he alejado de ti! Cuántas veces, como los discípulos, en lugar de velar, me he dormido, cuántas veces no he tenido tiempo, o ganas de rezar, porque estaba cansado, anestesiado por la comodidad, o con el alma adormecida.

Jesús, vuelve a repetirme, vuelve a repetirnos, que somos tu Iglesia: “Levántate, levantaos y orad” (Lc 22,46).

Jesús, despiértame, despiértanos. Sacude el letargo de mi corazón, de nuestros corazones, porque también hoy, sobre todo en estos tiempos difíciles de la Iglesia y del mundo, necesitas nuestra oración.

Primera Estación. Contempla a Jesús condenado a muerte. Los hombres hemos condenado a muerte a Dios. Jesús, tú eres la vida, pero te condenan a muerte; eres la verdad, sin embargo, eres víctima de un falso proceso. ¿por qué no te rebelas? ¿Por qué no levantas la voz y explicas cuáles son tus propias razones? ¿Por qué no rebates a los sabios, y a los poderosos como siempre lo has hecho? Jesús, en el momento decisivo, no hablas, callas. Cuanto más fuerte es el mal, más radical es tu respuesta: el silencio.

Jesús, tu silencio es fecundo: es oración, es mansedumbre, es perdón, es la vía para redimir el mal. Jesús, apenas te conozco, conozco poco tu silencio, por el frenesí de las prisas y del hacer, absorbido por las cosas, o por el afán de querer ponerme siempre en el centro, no encuentro tiempo para detenerme y quedarme contigo; para permitirte a ti, Palabra del Padre, obrar en silencio. Jesús, tu silencio me enseña que la oración no nace de los labios que se mueven, sino de un corazón que sabe escuchar. Rezar es hacerse dócil a tu Palabra, es adorar tu presencia.

Jesús: Háblame al corazón. Tú que respondes al mal con el bien: Háblame al corazón. Tú que apagas los gritos con la mansedumbre: Háblame al corazón. Tú que detestas la murmuración y los reproches: Háblame al corazón.  Jesús, Tú que me conoces íntimamente: Háblame al corazón. Tú que me amas más de cuanto yo pueda amarme: Háblame al corazón.

Jesús carga la cruz. Jesús llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, hemos sido curados (1 P 2,24). Jesús, haz que tu Cruz me enamore.

Vuestro Director Espiritual: Pedro José

Last modified: 05/06/2024

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